“Armenia y Artsaj merecen nuestro máximo esfuerzo”

A propósito de una cumbre del Consejo Nacional Armenio

(DIARIO ARMENIA) Cualquier persona sabe que hay situaciones en la vida con las que necesariamente tiene que conmoverse. Los nacimientos, las bodas, las graduaciones, los reencuentros, los funerales, son acontecimientos en los que somos conscientes de que cuanto más involucrados estemos, más nos tendremos que emocionar, y que si no sucede de forma genuina, al menos deberemos fingir para no desentonar. Sin embargo, prever que algo así nos va a suceder, no implica estar ni preparados ni inmunizados para que la situación no nos desborde.

Del 8 al 11 de mayo se realizó Ereván y Stepanakert la conferencia del Consejo Nacional Armenio Mundial, del que participaron todas las oficinas de cada rincón del globo. Tuve la suerte de formar parte de la delegación sudamericana, y conocer a mis pares de lugares tan lejanos como Australia, Irán, Líbano, Kuwait, Suecia, España, Austria, Grecia, Canadá, EEUU, y todos los otros países que formamos parte de la conferencia, junto a las oficinas locales. Familiarizarme con las distintas formas en que se despliega la agenda de la Causa Armenia en cada contexto, con realidades sociales tan diversas como pueden ser la iraní o la sueca, y a la vez acercarme a quienes cargan con esas responsabilidades fue un punto de inflexión al momento de comprender qué significa formar parte de una organización que actúa en esa escala. Fue la ratificación de que sin grupos de base tan comprometidos como los que conocí, y sin su centralización y articulación estratégica, toda nuestra tarea se reduciría al esfuerzo más o menos individual, insuficiente para hacer frente a los enemigos de nuestra causa, que sí operan de manera conjunta.

Pero además, fue mi primera vez en nuestro suelo, en Armenia y Nagorno Karabagh. Desde el instante en que supe del viaje, tenía la certeza de que me conmovería. Que más allá de los tiempos ajustados, tendría la obligación de ir a todos los monumentos que había dibujado y a los que les había cantado en la escuela primaria. Que con algo de ayuda de las condiciones climáticas podría ver bien limpio el Ararat, que aún desde tierras usurpadas habita en todos los armenios. Y que viviría en carne propia algunas de las historias de dimensión mítica que había escuchado sobre Nagorno Karabagh.

Lo que no podía prever el efecto arrollador de las luces de Ereván vistas desde el cielo, al empezar el aterrizaje en el aeropuerto de Zvardnodz. No imaginé que durante unos pocos pero significativos días esta ciudad me iba a cobijar y a permitir recorrerla a todas horas, incluso entrada la madrugada. No conocía la existencia de bares nocturnos subterráneos en los que el humo acumulado de infinitos y tolerados cigarrillos tiene la misma densidad que algunas conversaciones, con quienes nacieron allí pero también con jóvenes de la diáspora que están haciendo su vida en la Madre Patria e incluso se involucran políticamente para mejorar la realidad. Tampoco la presencia majestuosa de la Ópera y todos los espacios que reivindican a la música, a la literatura y a las artes en general, ni la cantidad de museos que quedarán para una próxima vez.

Los monumentos de las grandes tragedias y también de las gestas que atravesamos en las primeras décadas del siglo XX pueden ser pensados como punto de llegada. Mandar una foto desde Sardarabad o Dzidzernagapert puede significar para muchos “estar en Armenia”. Pero también puede ser el punto de partida para recordarnos el costo que pagó nuestro pueblo para sobrevivir, y pensar en cuáles son nuestros aportes y sacrificios actuales para honrar ese legado, sin este componente la memoria no se diferencia del turismo. El cementerio de Ieraplur es una buena dosis, donde descansan héroes de toda la armenidad desde el Gral. Antranik y Sosé Mayrig, hasta los caídos en la Guerra de Artsaj, nuevos mártires, como Vikén Zakarian.

Un punto que nadie ignora de Armenia es la presencia de innumerables iglesias, que atrae a turistas para realizar el recorrido de la fe. Pero las muestras de la espiritualidad armenia no se agotan en Echmiadzín, ni siquiera en Keghart, tallada de un modo inverosímil pero real en piedra. Templos de épocas paganas como Garní parecen ser la puerta grande del ingreso en nuestra historia milenaria, con dioses y batallas, pero también con una vida cotidiana fascinante, como puede admirarse en el museo de Sardarabad. Pero la destrucción y reconstrucción de los templos no son escenas del pasado, sino que están presentes en la actualidad, sobre todo en los que fueron víctimas de los combates en Nagorno Karabagh.

Justamente, cuando creía que mi estado emocional se había vuelto más dócil, emprendimos el viaje a Nagorno Karabagh. La carretera Gorís-Stepanakert ofrece un paisaje que parece ser la superposición de todos los paisajes montañosos de la Tierra juntos. Atravesados por bosques, por ovejas, cabras y vacas. Shushí nos recibió esa noche, fue inevitable salir a conocerla un poco, y al día siguiente, el 9 de mayo, celebrar su liberación en Stepanakert. Una mirada occidental, tendiente a la emisión de juicios compulsivos, diría que se trata de la exaltación de la guerra, y se espantaría de los niños pequeños disfrazados de fajina, y de los jóvenes vestidos de ella. Desde mi lugar, creo que no soy yo quien le debe explicar a un pueblo como procesar el haber entregado tanto para su autodefensa.

La misa oficiada ese 9 de mayo en la Catedral de Stepanakert, por sacerdotes que estuvieron cerca de aquellos por quienes rezaban, excedía los límites de la fe e invitaba a conectarse con algo del orden de lo sagrado, y a sentir una mayor comunión. Como si con todo esto no hubiera bastado para tomarme de las solapas y obligarme a redoblar esfuerzos, nos asestaron un golpe final: por iniciativa de Bako Sahakian, presidente de Nagorno Karabagh, nos reunimos con él, su gabinete y mandos militares en la fortaleza de Dikranaguerd, ubicada junto a las ruinas descubiertas hace una década de una ciudad de dos milenios. A pocos kilómetros de la frontera con Azerbaidján, fuimos agasajados luego de la reunión con un almuerzo típico de nuestras tierras, diverso, abundante, colectivo y diferente a lo que el imaginario diaspórico piensa sobre la gastronomía armenia, que puede degustarse en Ereván de la mano de cocineros sirios y libaneses.

Hace una semana que volví desde lo físico, pero es un dato irrelevante. Me fui a Armenia y a Artsaj, y volví a seguir aportando mis modestos esfuerzos para su gente. Sobre todo en este último lugar, su gratitud hacia la diáspora es total, no solo con pancartas agradeciéndole el 9 de mayo, sino con personas que, en la calle, luego de adivinar nuestro origen por el acento, nos agradecían, generando una sensación ambigua de orgullo y de vergüenza, por saber cuál era el status de esta causa para la agenda comunitaria en la Argentina, hecho que afortunadamente está cambiando. Hace una semana que busco la manera de expresar que cumplí un sueño, pero que a la vez me siento más obligado a colaborar para cumplir los sueños de todos aquellos que se entregaron a la Causa Armenia. Y hace una semana que vivo con la convicción de que el Consejo Nacional Armenio es el lugar correcto.

Nicolás Sabuncuyan

Director de la oficina de Buenos Aires del Consejo Nacional Armenio


Armênia e Artsakh merecem nosso máximo esforço

(Portal Estação Armênia) No início do mês de maio aconteceu Encontro Mundial de Conselho de Causa Armênia Mundial de escritórios ligados à Federação Revolucionária Armênia (FRA). O Encontro aconteceu em Yerevan e em Stepanakert, respectivamente capitais de Armênia e de Artsakh (Nagorno-Karabakh).

O Brasil foi representado na ocasião por Kevork Zadikian, presidente do Conselho de Causa Armênia do Brasil (CNA-BR), que esteve acompanhado pelos companheiros da delegação sul-americana. O Estação Armênia publicou matérias sobre as atividades de Zadikian (saiba mais aqui).

Agora, compartilhamos com nossos leitores um artigo escrito por Nicolás Sabuncunyan (diretor do Conselho Nacional Armênio da Argentina), que também esteve no congresso. O texto foi publicado originalmente no site do Diario Armênia de Buenos Aires e você lê abaixo.

Tradução: Adriana Nazeli Topalian

Qualquer pessoa sabe que há situações na vida com as quais emocionar-se é inevitável. Os nascimentos, os casamentos, as formaturas, os reencontros, os velórios, são acontecimentos nos quais somos conscientes de que quanto mais nos involucrarmos mais será a emoção. Porém, prever a emoção, não implica necessariamente em estar preparados ou imunizados.

De 7 a 11 de maio foi realizado em Yerevan e Stepanakert o encontro mundial do Conselho Nacional Armênia, do que participaram os escritórios de todos os cantos do planeta. Tive eu a sorte de fazer parte da delegação sul-americana, e conhecer meus pares de lugares tão distantes como Austrália, Irã, Líbano, Kuwait, Suécia, Espanha, Áustria, Grécia, Canadá, Estados Unidos, e todos os outros países que fizeram parte do encontro, junto aos escritórios locais.

Familiarizar-me com as distintas formas nas que se desenvolve a agenda da Causa Armênia em cada contexto, com realidades sociais tão diversas como podem ser a iraniana ou a sueca, e ao mesmo tempo me aproximar daqueles que levam essas responsabilidades, foi um ponto de inflexão na hora de compreender o que significa fazer parte de uma organização que atua em larga escala. Ratificou-se a ideia de que sem grupos de base tão comprometidos como os que conheci, e sem a centralização e articulação estratégica, toda nossa tarefa se reduziria ao esforço mais ou menos individual, insuficiente para enfrentar os inimigos de nossa causa, e eles sim operam de forma conjunta.

E além disso, foi a minha primeira vez na nossa terra, na Armênia e em Artsakh (Nagorno-Karabakh). Desde o primeiro minuto, que soube da viagem, tive certeza de que ia me emocionar. Soube, apesar do tempo apertado, deveria ir a todos os monumentos que tinha desenhado e aos quais tinha dedicado canções na escola. Que, com alguma ajuda do clima poderia ver de forma clara o Ararat, que, mesmo estando em terras usurpadas, vive dentro todos os armênios. Também soube que sentiria na minha própria carne algumas das histórias, de dimensão mítica, que tinha ouvido sobre Artsakh.

O que não consegui prever foi efeito avassalador das luzes de Yerevan vistas desde o céu, ao dar início o aterrizagem no aeroporto de Zvartnotz. Nunca imaginei que durante uns poucos, porém significativos dias nesta cidade, ela ia me abrigar e a permitir percorrê-la a qualquer hora, inclusive já avançada a madrugada. Não sabia da existência de bares noturnos subterrâneos nos quais a fumaça, infinita e acumulada de cigarros, é permitida, e tem a mesma densidade de algumas conversas que mantive com pessoas que nasceram ali, e com outros jovens da diáspora que estão fazendo as suas vidas na Mãe Pátria, e inclusive se involucram politicamente para melhorar a realidade. Também não imaginava a majestosa presença da Ópera e todos os espaços que reivindicam a música, a literatura e a as artes em geral, nem a quantidade de museus que ficam para a próxima viagem.

Os monumentos das grandes tragédias e também das façanhas heroicas pelas quais passamos nas primeiras décadas do século XX, podem ser pensados como ponto de chegada. Enviar uma foto desde Sardarapat ou Dzidzernagapert pode significar para muitas pessoas “estar na Armênia”. Mas também pode significar um ponto de partida para nós recordarmos do preço que foi pago pelo nosso povo para sobreviver, e qual é nosso aporte e sacrifício atual para honrar esse legado. Sem este componente da memória, a nossa visita não se diferencia do turismo.

O cemitério de Yeraplur é uma boa dose de memória, onde descansam heróis de toda a armenidade: desde o General Antranik e Sosé Mayrig, até os que tombaram na Guerra de Artsakh, novos mártires, como Vikén Zakarian que nasceu no Líbano.

Outro ponto importante que ninguém ignora da Armênia é a presença de inúmeras igrejas, fato que atrai turistas para realizar o caminho da fé. Mas as demonstrações da espiritualidade armênia não se esgotam em Etchmiadzín, nem em Geghard, esculpida, de um forma inverossímil e ao mesmo tempo real na pedra. Templos de épocas pagãs, como Garní, nos parecem o portão de acesso a nossa história milenar, com deuses e batalhas, mas também com uma vida quotidiana fascinante, como é possível perceber no museu de Sardarapat. A destruição e reconstrução dos templos não são cenas do passado, estão presentes na atualidade, especialmente nos que foram vítimas dos combates em Artsakh (Nagorno- Karabakh).

Justamente, quando achava que meu estado emocional tinha se estabilizado, iniciamos a viagem a Nagorno-Karabakh. A estrada Gorís-Stepanakert oferece uma paisagem que parece ser a superposição de todas as paisagens montanhosas da Terra juntas, atravessadas por bosques, por ovelhas, cabras e vacas. Shushí nos recebeu essa noite, e foi inevitável sair para conhece-la um pouco. Ao dia seguinte, 9 de maio, comemoramos a sua liberação em Stepanakert. Um olhar ocidental, com tendência a emitir julgamentos de forma compulsiva, diria que trata-se da exaltação da guerra, e ficaria impressionado ao ver crianças e jovens de farda. À partir do meu ponto de vista, eu acho que não sou eu quem deve explicar a uma população como deve tratar o tema, já que eles têm deixado tudo na autodefesa.

A missa foi realizada no dia 9 de maio, na Catedral de Stepanakert, por sacerdotes que estiveram perto daqueles por que tanto se orou, os soldados. A missa excedia os limites da fé e convidava a se conectar com alguma coisa da ordem do sagrado, e a sentir uma maior comunhão. Como se todo isso não fosse o suficiente, e eu já estava me esforçando, nos deram um último golpe: por iniciativa de Bako Sahakian, presidente de Nagorno-Karabakh, nos reunimos com ele, seus ministros e militares, na fortaleza de Dikranaguerd. A poucos quilometros da fronteira com o Azerbaijão, fomos prestigiados, após a reunião, com um almoço típico da nossa terra, diverso, abundante, coletivo e diferente ao que está no imaginário da Diáspora sobre a gastronomia armênia, e diferente do que pode se degustar em Yerevan, com os chefes de cozinha sírios e libaneses.

Agora faz uma semana que voltei fisicamente da Armênia (sic), e isso é um dado irrelevante. Voltei para seguir dando meus humildes esforços para ajudar as pessoas de Armênia e de Artsakh. Especialmente em Artsakh, a gratidão que eles tem pela Diáspora é absoluta. Não só o demonstram com cartazes no dia 9 de maio, mas também as pessoas nas ruas, ao saber da nossa origem por conta de nosso sotaque, nos agradeciam. Isso provocou um sentimento duplo de orgulho, e ao mesmo tempo de vergonha, ao me lembrar que pouco da nossa agenda comunitária está dedicada a Artsakh. Felizmente na Argentina isso está mudando.

Faz uma semana que procuro a melhor forma de dizer que eu fiz virar realidade um sonho, mas ao mesmo tempo me sinto mais obrigado ainda a trabalhar para fazer realidade o sonho de todos aqueles que deram a vida pela Causa Armênia.

Faz uma semana que tenho a certeza de que o Conselho Nacional Armênio é local certo para isso.