(PRENSA ARMENIA) “Las torturas y mutilaciones contra soldados del ejército de Nagorno Karabaj constituyen una violación al derecho internacional, son crímenes y como tales deben ser condenadas por la comunidad internacional”, declaró Jorge Dolmadjian, representante del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica al referirse a la noticia dada a conocer el lunes 11 de abril, cuando el Ministerio de Defensa de Armenia anunció que el ejército azerí “torturó o mutiló” a la mayoría de sus pares armenios.
“La violencia terrorista ejercida por el ejército azerbaiyano tiene responsables directos que deben ser juzgados y el máximo responsable es Ilham Aliyev y su gobierno que con su discurso bélico y xenófobo antiarmenio genera el caldo de cultivo para hechos como estos”, agregó el dirigente de la comunidad armenia de Argentina.
“No podemos olvidar el caso Safarov, otro claro hecho producto del racismo que destila Aliyev”, señaló. El caso de Ramil Safarov, un oficial del Ejército de Azerbaiyán, constituye un antecedente directo a los últimos crímenes. En 2004, Safarov asesinó al teniente del ejército armenio Gurgen Margaryan durante un seminario de capacitación de la OTAN en Budapest. Mientras Margaryan dormía, Safarov entró a su habitación y lo decapitó con un hacha. En 2006, Safarov fue condenado a cadena perpetua en Hungría. Luego de intensas presiones azeríes, el gobierno húngaro lo extraditó a su país de origen en 2012, donde fue recibido como un héroe y fue indultado y premiado por el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev.
El último intercambio de soldados muertos se dio gracias a las gestiones del Comité Internacional de la Cruz Roja, que anunciaron que no investigarían los crímenes de guerra por parte del ejército azerí, a pesar de que el propio organismo define que “la prohibición de la tortura y de otros malos tratos deriva de los Convenios de Ginebra de 1949, sus Protocolos adicionales de 1977, la Convención contra la tortura y otras formas de tratos crueles, inhumanos o degradantes de 1984, y otros instrumentos internacionales”.
De los 18 cuerpos recibidos, “casi todos tenían signos de tortura o mutilación y tres habían sido decapitados”, según informó el Ministerio de Defensa armenio. Días atrás, habían advertido acerca de la posibilidad de que hubiera habido mercenarios del Estado Islámico (ISIS) involucrados en el ejército azerí durante las últimas agresiones de Azerbaiyán contra la población civil de la región de Nagorno Karabaj el 1º y el 2 de abril.
“Son alarmantes las noticias de la aparición de combatientes del llamado ‘Estados Islámico’ en el Cáucaso”, opinó Khatchik DerGhougassian, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés al ser consultado por Prensa Armenia.
“Se sabe que desde Azerbaiyán fueron muchos voluntarios a combatir con los islamistas en Siria y el gobierno de Aliyev no reaccionó, probablemente porque le convenía hacer la vista gorda y sacarse de encima un problema. La misma actitud al regreso de estos combatientes -cuya barbarie se ha sofisticado en Siria y se profundizó su odio a los cristianos- significa no sólo arriesgar a darle al conflicto un carácter religioso, sino expandir el teatro de operaciones bélicas del Levante al Cáucaso y Asia”, agregó el analista internacional.
“Quizá es a lo que apuestan Aliyev y Erdogan. La pregunta es si Rusia se da cuenta del peligro cuando sigue sosteniendo que la venta de armas a Azerbaiyán no se parará. La experiencia de Afganistán dejó acertado que cuando aparece tecnología sofisticada en un teatro de guerra es muy difícil controlar el destino de estas armas que, como se sabe del caso de los misiles antiaéreos personales que la administración de Reagan entregó a la resistencia de los Muyahidin a la ocupación soviética, se usan en ataques terroristas”.
Foto: Funeral del soldado armenio Haroutyun Abrahamyan.
Ph. Narek Aleksanyan/Hetq.