Pogromos de Sumgait: la lucha por su reconocimiento y contra el lobby anti-armenio

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(CNA de Sudamérica) El 26 de febrero de 1988 grupos paraestatales, con la complicidad de las autoridades de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, irrumpieron en hogares de armenios en Sumgait, la segunda ciudad azerbaiyana en importancia. Hasta la intervención de las tropas del gobierno central el 28 de febrero, los residentes armenios de la ciudad sufrieron golpes,violaciones y asesinatos junto al robo y destrucción de sus bienes. Estos trágicos eventos, conocidos mundialmente como los Pogromos de Sumgait, serían el comienzo de un plan para la expulsión de todos los armenios de Azerbaiyán. Dos años después, en Bakú, la capital, se repetiría el horror de la violencia y la muerte, y más de 200.000 armenios tuvieron que abandonar la ciudad para nunca más volver, episodio conocido como “Enero negro”. Otras ciudades, como Kirovabad y Maraghá fueron escenario de este trabajo conjunto entre hordas paraestatales junto a las supuestas fuerzas del orden, que colaboraron con protección, pasividad e incluso con la entrega de información sobre los domicilios de los armenios.

Es innegable que la principal causa de los pogromos, de la exacerbación oficial del discurso anti-armenio dentro de la RSS de Azerbaiyán, surgió de la definición tomad el 20 de febrero de 1988 en el Soviet de la Oblast (Región) Autónoma de Nagorno Karabaj (RANK). En su XX sesión extraordinaria, y dentro del marco legal de la Constitución soviética, elevó una petición para “traspasar la RANK de Azerbaiyán soviética a Armenia soviética” a los órganos legislativos de los Soviets Supremos de Armenia, Azerbaiyán y de la URSS. Esta región, históricamente poblada por armenios, sufría desde hace años el intento de Heydar Aliyev, quien acumulara poder previamente a la Perestroika, y regresaría para gobernar en la etapa posterior, entre 1993 y 2003, de cambiar la composición demográfica en favor de los azeríes, sin garantizar la integridad física y los bienes de los armenios. En este contexto, el pedido de la RANK no puede considerarse como un intento de secesión, sino como una medida de protección, desarrollado de acuerdo a la normativa vigente. La respuesta azerbaiyana iría en la dirección diametralmente opuesta.

Las jornadas del 26 al 28 de febrero, que conmovieron a la opinión pública internacional, pendiente del desarrollo de los acontecimientos en la URSS en la etapa de la Perestroika llevada adelante por Mijail Gorbachov, son conmemoradas en las principales ciudades del mundo con presencia de la diáspora armenia. Pero no se trata únicamente de recordar a las víctimas, sino de un reclamo hacia la actual República de Azerbaiyán. La posición oficial sobre los hechos es que se trató de autoatentados de los armenios, para justificar el conflicto armado en Nagorno Karabaj, es decir, se culpa a la víctima. Esta posición es sostenida por Ilham Aliyev, presidente desde 2003, hijo y continuador de Heydar Aliyev. Luego de haber expulsado a la mayoría de la población armenia, y con el alto el fuego de 1994 en la Guerra de Nagorno Karabaj (violado sistemáticamente por Azerbaiyán), el odio hacia los armenios es política de Estado, desplegada más allá de sus fronteras a través de sus embajadas y promesas de negocios que raras veces se concretan.

Los armenios son responsabilizados por la clase dirigente azerbaiyana por todos los males de su país. La magra oposición política es tildada de pro-armenia, y ante cualquier reclamo social, además de la represión brutal, la respuesta es caracterizar a los organizadores como agentes armenios. Se cumplen cuatro años de que Ilham Aliyev, en el discurso de cierre de la Conferencia “Programa estatal de desarrollo socio económico de distritos del 2009-2013”, afirmara de manera pública: “nuestros enemigos principales son los armenios de todo el mundo y los políticos hipócritas y corruptos bajo su control”. La lucha contra la supuesta confabulación de armenia, su diáspora y los políticos hipócritas y corruptos, explica la apertura de sedes diplomáticas en países como Argentina, donde el genocidio contra el pueblo armenio perpetrado por el Estado turco, y negado por Turquía y Azerbaiyán, fue reconocido por los tres poderes del Estado.

Para evidenciar cómo opera esta forma de pensar y actuar, Rashad Aslanov, Encargado de Negocios de la Embajada de Azerbaiyán en Argentina, publicó el pasado 25 de febrero un artículo, cuya primera línea afirma: “La nota “¿Se aproxima el final de la dinastía Aliyev?”, del autor de origen armenio Lucas Koussikian y publicada el 15 de febrero en Infobae, representa una parcializada visión contra Azerbaiyán”. Sin detenerse en los intentos de argumentos que forman parte habitual de la campaña anti-armenia, al señalar el origen del autor expresa cabalmente qué significa ser armenio para su gobierno. Cuando periodistas, empresarios, académicos y políticos de distintos orígenes visitan la República de Nagorno Karabaj, son incluidos automáticamente en las listas negras de Azerbaiyán. Son considerados también sus enemigos.

El mismo gobierno que ha repatriado con honores y prebendas al asesino Ramil Safarov, condenado a cadena perpetua en Hungría en 2006 por asesinar a hachazos al teniente armenio Gurgen Margarian mientras dormía, durante un curso de la OTAN, será el anfitrión del 7° Foro Global de la Alianza de Civilizaciones del 25 al 27 de abril. Azerbaiyán, dice sobre sí mismo en el sitio oficial del foro que es un país donde “personas de distintas religiones y etnias llevan viviendo juntas con respeto mutuo y armonía con el desarrollo nacional”. Por parte del gobierno no se observa un respeto por su propia población desde hace décadas, y la prohibición del ingreso de organismos de derechos humanos no hace más que corroborarlo.

Azerbaiyán en los últimos años desplegó una estrategia de alcance internacional para intentar construir una imagen de país de progreso y tolerancia, y paralelamente una virulenta campaña anti-armenia. Ha invertido en fastuosos eventos deportivos en su país, y patrocinado a equipos extranjeros. En los países que desembarcó, intentó incidir en el ámbito político,educativo y periodístico, a través de viajes,suntuosos obsequios o directamente efectivo. También ha prometido inversiones en países que luego se han esfumado en el aire. A pesar de su vasto presupuesto, producto de su renta petrolera,la insistencia en la campaña contra el pueblo armenio, incluyendo a la diáspora, los ha llevado a estrepitosos fracasos, como fuera el caso del CASLA o el intento de bautizar una plazoleta de la C.A.B.A. como República de Azerbaiyán. En este momento, con el desmoronamiento del precio del crudo, y ante una crisis económica interna, el despliegue de su estrategia internacional puede sufrir retrocesos. En cambio, el reclamo justo por los pogromos de Sumgait, Bakú y Kirovabad, y por las acciones vejatorias del gobierno de Azerbaiyán, continúa y se fortalece, porque no está atado al precio del crudo, sino a la lucha centenaria contra el sueño de una “Armenia sin armenios” que sigue vigente en los gobiernos de Aliyev y Erdogan.