(La Opinión Austral) El 24 de septiembre último se realizó la jornada sobre “Marcas locales del pasado reciente” del Programa Provincial Educación y Memoria, organizado por la Dirección Provincial de Educación Superior, que incluyó en su temario al Genocidio Armenio a un año de que se conmemore el centenario de aquel delito colectivo de lesa humanidad. En este encuentro participaron Carolina Karagueuzian, directora del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica y Nicolás Sabuncuyan, director de Política Institucional, con quienes conversamos -entre otros temas- sobre la historia de los armenios en la Argentina, el trabajo del Consejo realizado a nivel internacional.
¿Cómo funciona el Consejo Nacional Armenio?
Carolina: Somos una organización que funciona a nivel mundial en distintos países, sobre todo en donde existe comunidad armenia. Es en los años ´40 y ´50 cuando empiezan a surgir formalmente las instituciones que con los años fueron adaptándose y generando distintas áreas de trabajo. El Consejo principalmente siempre se dedicó a trabajar en el ámbito político, en todo lo que tiene que ver con la lucha por el reconocimiento del Genocidio Armenio. En Sudamérica tenemos oficinas en Buenos Aires y Córdoba, con delegaciones en Neuquén y Santa Cruz y fuera del país. en Uruguay y Brasil (San Pablo). Hay otras organizaciones que trabajan más el tema cultural y de transmitir la identidad armenia desde lo social y deportivo, pero el Consejo siempre fue un referente de la difusión de la temática armenia.
¿Cómo fue la relación de los armenios con nuestro país?
Carolina: En Suramérica los armenios fueron arribando como consecuencia del genocidio, ya que no había muchos armenios con anterioridad y se cree que actualmente existen unos 100 mil descendientes de armenios en nuestro país.
Nicolás: Muchos de esos sobrevivientes no entraron al país con pasaporte armenio, sino que traían pasaporte del Imperio Otomano o de otros países hacia los cuales habían huido en primera instancia antes de emigrar, pero tampoco existe un registro definitivo, como si nos refiriésemos a los italianos o los españoles. Es muy difícil hablar de un número en manera oficial.
Carolina: El tema del apellido y su terminación es una característica, por ejemplo si vemos en los libros del Hotel de los Inmigrantes se pueden identificar algunos nombres.
¿Ellos empezaban a nuclearse?
Nicolás: En general, como sucede con cualquier tipo de corriente migratoria, se concentraban en barrios o lugares donde quizás tenían más posibilidades de vivir en conventillos porque era barato, además en Buenos Aires se concentraban en las zonas cercanas adonde conseguían trabajo… Valentín Alsina, Flores y Palermo. A partir de ahí empiezan a surgir instituciones y organizaciones, porque en general se construían una iglesia y una escuela. Estas escuelas armenias iban a contraturno, es decir que los chicos concurrían a las escuelas públicas y después a las escuelas armenias para no perder el idioma y la cultura. Estas escuelas ahora están incorporadas a la educación oficial y se encuentran abiertas a la comunidad, privadas o públicas, por ejemplo en Valentín Alsina la escuela armenia está abierta a todos y en su proyecto educativo incluye la cultura armenia.
¿Cuál es la relación de la comunidad armenia con su país de origen?
Nicolás: Hay que tener en cuenta que gran parte de la diáspora que escapa del genocidio, escapa del territorio del Imperio Otomano y salvo en algunos casos muy puntuales, la mayoría no había vivido en lo que después iba a constituirse como Estado armenio. Otro dato a tener en cuenta es que la República de Armenia, después de un breve período de independencia, empieza a formar parte de la Unión Soviética y durante ese tiempo no hubo un vínculo muy grande entre la diáspora y el estado. Desde la descomposición del campo socialista y el surgimiento de la República Armenia se creó en determinado momento un Ministerio de la Diáspora que articula de alguna forma con las instituciones internacionales. De todas maneras, en las organizaciones comunitarias siempre estuvo en agenda lo que se denomina “Madre Patria”.
En 1988, el terremoto en Armenia, por más que esta aún estaba anexada a la Unión Soviética, movilizó mucho a la diáspora y a los armenios que vivían afuera, quienes realizaron una admirable ayuda humanitaria.
Carolina: El nexo entre la diáspora y Armenia siempre estuvo y después de la independencia en 1991 se intensifica mucho más, los primeros años fueron muy difíciles en el aspecto económico como estado independiente. En general los descendientes viajan mucho a visitar Armenia. Una de las características a nivel económico durante estos últimos años es el turismo, además de los intercambios a nivel organizaciones que realizan encuentros a nivel mundial, también los egresados de las escuelas armenias viajan a Armenia durante su último año escolar.
A nosotros nos interesa que la Argentina y Armenia estén cada vez más cerca, por ejemplo este año tuvimos la visita oficial del presidente armenio y esto generó toda una movida buscando que la visita pudiera ser lo más fructífera para ambos países, no sólo a nivel de intercambio económico, sino también cultural.
¿Qué reconocimientos hubo a nivel internacional?
Carolina: Ultimamente Armenia hizo un reconocimiento a dos estados como Uruguay y Argentina por su apoyo y solidaridad con el tema armenio. En 1965, Uruguay fue el primer país en reconocer el Genocidio Armenio, refiriéndose a él como “matanzas”, pero con el mismo sentido.
El concepto de genocidio surgió con posterioridad. En 1948, según testimonios de Rafael Lemkin (experto en Derecho Internacional), quien de alguna forma define el concepto, hay entrevistas en las que dice que se está basando en la experiencia armenia para definir el término.
Hubo un no reconocimiento por parte del estado que lo ejecutó: El Imperio Otomano y después el Estado turco, que hasta la actualidad lo sigue negando, además no existía el término “genocidio” como tal, pero ahora por más que Turquía no lo haga, existe un reconocimiento a nivel internacional.
Hay un importante reconocimiento que se da en 1985, en una subcomisión de Derechos Humanos en Naciones Unidas que encabezaba Leandro Despouy dentro de la delegación argentina, logrando que incluyeran un párrafo donde se leía que lo que habían sufrido los armenios era un genocidio. En 1979 este párrafo se había quitado por la presión de Turquía. Este reconocimiento de 1985 permitió los siguientes de otros estados. En la Argentina a partir del regreso de la democracia hubo un acompañamiento, como en 1987 con la declaración de Raúl Alfonsín frente a la comunidad, que es el primer reconocimiento a nivel de un presidente y a partir de ahí una serie de reconocimientos de parlamentos nacionales y provinciales, hasta llegar en 2006 a la sanción de la Ley 26.199, aprobada por ambas cámaras y promulgada por el Ejecutivo. Ha sido verdaderamente un hito no sólo para los ciudadanos argentinos de origen armenio, sino a nivel mundial porque ya en 1995 había habido un intento de que saliera una ley de reconocimiento con este espíritu para que no sólo se recordara el Genocidio armenio, sino además para que fuera una fecha de reflexión y de concientización sobre este tipo de crímenes. Ese año el presidente Menem la vetó por presiones de Turquía después que la aprobara el Congreso.
¿Cuál es el mensaje en este tipo de encuentros?
Carolina: En esta oportunidad nos convocaron por el Programa de Educación y Memoria para participar de estas jornadas. Además de trabajar en el ámbito político, empezamos a trabajar en el ámbito educativo para también incorporar la reflexión sobre este tipo de crímenes en las currículas escolares, como sucede con temas como Malvinas o el 24 de marzo: que la experiencia armenia sirva para reflexionar sobre el ejercicio de la memoria y recuperar esta lucha de casi 100 años de la comunidad armenia, para que se reconozca y que no se olvide lo que sucedió.
El año que viene, para el centenario del genocidio, se espera un fuerte impulso desde Armenia -que empezó a resignificar el tema después de reorganizarse como estado independiente- para que sea un año de conmemoración, pero no termina el tema con el reconocimiento del genocidio, sino que ahora sigue una instancia de resarcimiento.
Nicolás: El hecho de que este tema estuviera acompañado de otros tan trascendentes como Malvinas, Huelgas Patagónicas y el terrorismo de estado, para nosotros es motivo de orgullo y queremos ratificar un compromiso de que en Santa Cruz se ve no solamente por el trabajo de la comunidad, con el doctor Alejandro Avakian, sino también en distintos ámbitos que lo van institucionalizando. Es importante clarificar la idea de que no queremos que la lucha por este tema parezca una reivindicación personal de descendientes de armenios, sino como delito de lesa humanidad, porque quien fue agredida fue la humanidad.
Ustedes son descendientes de armenios: ¿Cómo tomaron la historia del genocidio a medida que fueron creciendo?
Carolina: Sí. En mi caso puntual no recibí el relato de mis abuelos que fueron los sobrevivientes directos. El relato después se fue construyendo con lo que mis padres también me transmitieron. Ahí se dio algo que en muchos casos, a través de las generaciones, también se fue como construyendo ese relato y recuperando esas historias que en muchos casos, como una estrategia de los mismos sobrevivientes, no las contaban. Cuando uno escucha los relatos de los sobrevivientes, hay muchos puntos en común, primero situaciones muy graves y muy traumáticas, y después de excepción de cómo sobrevivían. El plan era eliminar a todos y por situaciones particulares, o escondían a los chicos o se los daban a alguna familia para que se los llevaran lejos. Hay relatos de gente que sobrevivió porque los escondieron dentro de un horno de barro y sólo de esa forma pudieron sobrevivir, pero en general se pierde toda la familia. Mi abuelo eran ocho hermanos y sobrevivió él solo. Una vez que llegó a la Argentina, consiguió reunirse con un primo, pero en general el panorama es de familias desmembradas, chicos muy chiquitos que fueron a parar a orfanatos en Siria y Líbano, y que después emigrarían.
Nicolás: En mi caso son dos historias completamente distintas las de mis abuelos maternos y paternos. Del lado de mi mamá es la historia más típica de los que sobrevivieron al genocidio, tanto mi abuelo como mi abuela eran descendientes directos de sobrevivientes de otro genocidio que habían venido de la misma región. Como sucede con cualquier corriente migratoria, acá en el país se fundaron casas de encuentro que congregaban a los que venían de una región y en el caso de los armenios, de las ciudades de donde venían para volver a reunirse los sobrevivientes de la misma ciudad. Mis abuelos se conocieron en uno de estos centros y formaron una familia. Estos armenios eran de oficio zapateros, carpinteros, carniceros y trataron de desarrollarse acá, pero todos habiendo perdido contacto absoluto con sus familias originales, cada tanto llegaba alguna noticia de quien se había ido a Estados Unidos o Beirut, de hecho cuando yo era chico llegó una carta del Líbano que cuando se intentó responder el domicilio no existía más. Como dato de color: Uno de mis bisabuelos no podía comer pasta porque el barco italiano en donde había venido de polizón se comía pasta durante todo el viaje y acá nunca más las comió.
En el caso de mis abuelos paternos, ellos vivían en Estambul y durante el genocidio escaparon a otros lugares. En 1923 regresaron a esa ciudad, donde vivieron como ciudadanos turcos, pero en sus pasaportes figuraba que eran armenios. En 1950, como empezó a haber una ola de persecución y estaba muy presente el recuerdo del genocidio, decidieron escapar porque no tenían autorización para emigrar, entonces fueron a Chile, donde tenían un conocido y un año después vinieron a la Argentina porque en Chile no se habían podido instalar. Ellos pasaron de tener un negocio importante, propiedades y un buen pasar en Turquía a venirse con lo puesto, pero como mi abuelo era zapatero había hecho un fondo a los zapatos donde trajeron algunas monedas de oro.
Carolina: Hubo casos en que dejaban su pueblo por temor a las matanzas, escapaban a Siria y después de un tiempo, pensando que había pasado lo peor y porque habían dejado sus hogares y sus pertenencias, volvían a su pueblo, pero se encontraban con que las matanzas continuaban. Hubo lugares en que sufrieron más. Ellos naturalmente querían volver a sus pueblos porque ahí tenían su identidad.
¿Qué les pasa íntimamente con su historia familiar?
Nicolás: Hay un dato que no es menor… por ahí con las políticas sobre derechos humanos y memoria de temprana edad un estudiante se choca con lo que fue el terrorismo de estado, entonces pensemos hace diez años atrás en qué etapa de la vida veía uno una atrocidad semejante, apenas tenía un concepto de lo que había ocurrido en la Shoá. En nuestro caso, los que somos descendientes de armenios, desde chiquitos, desde que sabemos hablar, sabemos que Turquía mató un millón y medio de armenios, después con los años lo complejizamos, pero es un tema con el que ya uno viene marcado a fuego desde muy chico.
Igualmente los que somos tercera o cuarta generación no estamos llorando a las víctimas directas todos los días. Con esta marca de origen que tenemos, lo que hacemos es utilizarla para una lucha más inclusiva.
Carolina: Existe algo también como un legado en esto de transmitir lo que pasó y una responsabilidad. En las organizaciones y entre pares planteamos marcar una coherencia de que lo que pasó a los armenios y lo que pasó en nuestra historia a nosotros nos tiene que servir también para ver las actitudes que en lo cotidiano llevamos a cabo. Como descendiente de armenios, creo que ninguna persona debería tratar mal a otra ni discriminarla, con la historia que tenemos de todo lo que se sufrió llevamos esta cuestión más a flor de piel, entonces debemos ser coherentes y saber transmitir este mensaje.
¿Cómo fue la experiencia con el público?
Carolina: No pensamos que iba a haber tanta participación de chicos como los 60 alumnos de la Escuela Fátima. El intercambio fue intenso y estuvieron muy atentos. En muchos casos era la primera vez que escuchaban muchas de las historias y en otros casos, ya había un compromiso de los docentes que habían empezado a trabajar el tema. En general, cuando acercamos este tema a personas que no tuvieron nunca contacto la pregunta que surge siempre es: ¿Por qué nadie nos habló de esto nunca? Esto genera hablar primero de la política de negación que hizo que costara poder visualizar el tema y por otro lado, poder decir que hubo una lucha de los sobrevivientes para que se reconociera el tema, que hoy participemos de estas jornadas y que se pueda hablar de un material en las escuelas, significa que esto tuvo un recorrido.
Foto: Nicolás Sabuncuyan y Carolina Karagueuzian