(DIARIO ARMENIA) Con el gran avance concretado en abril de 1965 en el Parlamento de Uruguay, con la primera ley mundial de reconocimiento, continuó creciendo la tarea y aumentando los logros de la Causa Armenia. Ambas orillas del Río de la Plata participaron de ese fervor, y en la Diáspora seguían atentamente cada noticia que venía con el empuje sudamericano.
A tono con la descolonización reclamada desde Asia, África y América Latina, en abril de 1984 el Tribunal Permanente de los Pueblos desarrolló un juicio histórico en la Universidad de la Sorbona, París, y sentenció que “los hechos” ocurridos entre 1915-1923 en el decadente Imperio Turco-Otomano eran calificados como un crimen de lesa humanidad que no tenía prescripción.
En agosto de 1985, la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección de las Minorías de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, admitió el Genocidio Armenio, decisión ratificada al año siguiente por la Comisión de Derechos Humanos. Nuestras comunidades se fueron compenetrando con el valor y el sentido de la militancia permanente por los derechos humanos, afianzándose su valoración, mediante los reclamos por la solidaridad y la justicia social.
El compromiso con los principios de avanzada y la lucha de liberación del siglo XIX tomó una carnadura propicia para la tarea del Consejo Nacional Armenio. Las noticias que publicaban los medios, mayoritariamente gráficos, describen el clima de esos días. El diario ARMENIA menciona que el vacilante antecedente de una resolución vacía de contenido adoptada en febrero de 1987 por el Europarlamento, había causado la indignación de los ciudadanos conocedores de la verdadera naturaleza del crimen perpetrado por Turquía.
Inmediatamente todas las filiales del Consejo Nacional Armenio se movilizaron para esclarecer a la opinión pública y a los legisladores del viejo continente. Llovían cartas y telegramas de todas las latitudes, y a pesar del forzado silencio oficial de Ereván, la intelectualidad de la Madre Patria seguía minuto a minuto las declaraciones de los líderes de la FRA-Tashnagtsutiún, que era acompañada por los otros partidos políticos nacionales armenios, no autorizados pero cada vez más escuchados entre los patriotas, también en la entonces sometida “Región Autónoma de Nagorno Karabagh”.
Miles de manifestantes llegados desde diversos puntos de Europa se congregaron en Estrasburgo para plantear sus demandas, y se escuchó el reclamo de los mártires insepultos en las consignas de sus descendientes y herederos de la lucha por la vida. En junio de 1987 el Parlamento Europeo calificó las masacres cometidas por Turquía en contra de los armenios como crimen de Genocidio y supeditó la solicitud de adhesión de Ankara a la Comunidad Europea al reconocimiento que debería hacer el Estado de Turquía.
El general turco Kenan Evren, que presidía la dictadura imperante en su país, amenazó con retirarse de la OTAN. Pero nada de eso ocurrió, así como tampoco (por 187 votos a favor, pero con 201 en contra) la Cámara de Representantes de los EE.UU. se atrevió a responder justicieramente.
Afortunadamente, como elogiable derivación de la decisión de la Comisión de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (1985/86), una sucesión de países (23), reconoció el Genocidio a través de sus parlamentos. El 1° de setiembre de 1987 el presidente Raúl Alfonsín declaraba ante la comunidad, en la Asociación Cultural Armenia, que reconocía el Genocidio Armenio. También en Argentina, por iniciativa del Consejo Nacional Armenio, la cálida adhesión del por entonces presidente Néstor Kirchner y la totalidad de los partidos políticos, se sancionó la ley 26.199 y hasta hubo una sentencia judicial declarativa que afirmó la existencia del genocidio y responsabilizó al Estado turco de su ejecución.
Son gratos testimonios que convierten a cada documento, carta o publicación en valiosísimos papeles para el archivo de una historia que escribimos cada día.
Carlos Luis Hassassian